-. 23 de agosto de 2020 .-
Joaquín Rodríguez Pinto
Y esas mariposas que sentía en mi estómago, de la nada:
Después de esto, se vuelven carnívoras.
Y me devoran desde dentro...
Quedo vacío,
inundado de vacío...
De una rabia tortuosa,
silenciosa.
Que me recorre desde lo más profundo del ombligo
hasta mi mandíbula cerrada fuertemente
en el intento de que estos ojos
no derramen ni una lágrima por ti...
Una rabia de lo que, dicho fuera de tiempo,
no pudo arreglar algo que jamás fue...
Te cuento a ti mi dolor, lector ficticio.
Y te concibo a medida presiono las teclas,
de manera que sienta la presencia de alguien
que comprenda lo que siento.
Un intento de auto-compadecerme a través de otro,
que soy yo mismo,
que me haga sentir menos solo...
que evite que me desarme,
que explote en pedazos.
Que me ayude a soltar;
aunque soltar, ahora, solo sea una metáfora.
Y el cliché de ese alguien que es mejor que tú,
que no conozco
y que se supone sea un esperanza,
un alivio,
únicamente me hace pensar en lo sádico del amor...
- espero que encuentres a alguien
que sienta lo mismo que yo al ver tu sonrisa- te dije.
- espero que encuentres a alguien
que te quiera como tú a él- dijiste.
Y así resumiste todo.
Las mariposas retozan
entorno a mi inexistente cuerpo,
que duele como vivo
pero solo existe en mi mente.
M(i)ente que maquina en un frenesí de madrugada,
en un desierto gélido y psicológico,
sobre el que danza los pedazos de mi corazón,
que aún bombean esa sensación de ausencia por todo mi ser.
¡mariposas carnívoras!
Ángeles de este abrumador otoño.
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