-. septiembre 2019 .-
Joaquín Rodríguez Pinto
Acrílico sobre tela (50x60 cm)
Hace un tiempo atrás iba caminando por la calle, camino a mi casa por La Araucanía, obviamente porque me había pasado de paradero... y de un instante a otro, cuando levanté la mirada del piso, quedé hipnotizado (nada raro pues suele pasarme a veces que me quedo pegado con los objetos más absurdos, pero que por alguna razón estética o intrínseca me atraen la vista y atención).
Era un simple paradero, La Araucanía esq Alcán, una tarde cualquiera, los mismos graffitis; sin embargo, todo aquello me provocó una potente explosión de emociones.
No era simplemente un paradero, esos cajones pintados sujetos al marco donde suele ir un anuncio (pero que seguramente había sido desaparecido hace tiempo), los gastados libros que éstas "chamulladas" repisas contenían, el cartel: saca 1, deja 1. Estaba en presencia de una librería clandestina. "La Araucanía". Aquello me trajo de vuelta un poco de esperanza, gratitud y orgullo.
Somos y son muchos los ahogados bajo el sesgo de la desinformación y desculturización intencionada, la literatura es un lujo escasamente accesible y nombrado.
Pero, dentro de este panorama pesimista, la luz de la lucha se abrió ante mí. Esa librería clandestina representaba la sed de cultura y , más aún, la determinación de satisfacer esa necesidad. Por sus propios medios, mis vecinos, floridanos, estaban torciéndole la mano a la injusticia. Y lo más hermoso es que el proyecto se basaba en la mutualidad, la confianza y la reciprocidad; cada uno aporta lo que tiene, confía en que se respete y recibe de vuelta la adquisición de cultura nueva.
Todo aquello pensaba mientras instintivamente había sacado mi celular para retratar aquella escena. La luz de ocaso le aportaba esa sensación de melancolía victoriosa, y los graffitis me recordaban la realidad que estaba siendo combatida. Antes de continuar mi camino le di un último vistazo para grabar aquella imagen en mi mente, y noté el nombre de la calle en la que estaba parado, anotada en el travesaño del paradero la evocó otra lucha, miré en mi muñeca mi pulsera con cruces de los pueblos indígenas, inevitablemente sonreí y me dispuse a continuar mi camino.
[DERECHOS RESERVADOS DE AUTOR]
(Fotos por: Joaquín Rodríguez Pinto)
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