-. octubre 2018 .-
Joaquín Rodríguez Pinto
Todo partió un sábado en la mañana. Me desperté con la dificultad típica del primer día del fin de semana. Un día después de un viernes en el que estuve hasta tarde en el gimnasio... bueno puede que más que un gimnasio haya sido un carrete. pero eso haría muy cotidiano mi relato y, por lo tanto, aburrido.
Me froté los ojos, igual que siempre, con el vano deseo de que se mantuvieran abiertos. Y, como siempre, se volvieron a cerrar, mas solo hasta que mi celular sonó. ¡Quién podía estar despierto a las... espera... ¡ERAN LAS 2 DE LA TARDE!
De todas formas, no tenía nada que hacer, pero igual me sorprendía pensar en mi capacidad única de dormir tantas horas.
Miré mi celular.
Eran mis amigos preguntándome si nos íbamos a juntar. El Pancho y la Javi. ¿Juntar? ¿habían hablado en serio la noche anterior? Me senté en la cama e inmediatamente se me nublaron los ojos. La caña me dio el primer hachazo del día... es decir “el dolor corporal después de tanto deporte”, por supuesto. Respondí que sí y un momento después decían que ya estaban listos y que me esperarían en el departamento de la Javi.
Para el Pancho era simple llegar a donde la Javi. Él estaba a dos cuadras de la estación Inés de Suarez de la línea 6 y la Javi estaba a tres de la estación Ñuñoa en la misma línea. Sin combinaciones, ni transbordos, ni metro-buses, ni colectivos, ni 13 km que los separan como a mí, que vivía en La Florida, donde hay que despertarse una hora antes que el común de las personas para llegar al colegio, universidad u oficina en Ñuñoa o más hacia el centro. Sí, soy de los periféricos. Pero ese no es el punto. Eran las 2:30 de la tarde (porque como siempre me quede estático sentado y mirando la nada media hora, el segundo hachazo de la caña ese día… que diga del “dolor físico”), y tenía que juntarme con ellos a las 3:30PM. No tenía tiempo.
Tuve que comer algo, porque es la peor combinación la caña y el hambre; y en estar listo me dieron las 3 PM.
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¿Qué haría? ¿Cuál era la forma más rápida? Era difícil pensar con tanto dolor de cabeza... repito por el "esfuerzo del viernes".
Metro obviamente, pero de todas formas tendría que tomar micro. Ya sé. Tomaré la 114 celeste y al metro... metro... ¿cómo se llama la estación?
Para no cometer ningún error de logística me metí a mi celular y busqué: red de metro Santiago. Abrí la imagen y comencé trazar el camino a recorrer la 114 me dejaría en la estación Macul de la línea 4 de ahí seguiría hasta la estación Plaza Egaña. En Plaza Egaña haría combinación con la línea tres y bajaría hasta estación Ñuñoa. Todo simple y fácil.
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Salí y caminé para tomar la micro.
¡Ahí viene una! Ciento... ciento.... ciento cuatro. Qué mal.
Otra. El sol está muy fuerte como para que vea bien (aún con estos oscuros lentes de sol).
Habían pasado 15 minutos y puras 104. No había forma de que llegara a tiempo. Wasapeé a mis amigos y les dije que llegaba a las 4 y después que me dijeron "ok", justo después alcé la vista para ver cómo la 114 retomaba su camino luego de haberse detenido en el paradero en el que me encontraba esperándola hace 17 minutos. ¡maldita sea! Quizá cuánto tiempo más tendré que esperar. Por fortuna fue solo un minuto más. Tome la micro. Y les avise a mis amigos que ya iba en camino:
- ya me subí a la micro... voy para allá ya - (yo).
- ya... apúrate :| - (Javi).
- ya le digo al tiro al chofer que acelere- (yo).
- jajsjajajaja- (pancho).
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Cuando apagué mi celular vi como la parte de adelante de la micro acordeón saltaba. El conductor no había podido evitar un inmenso hoyo en la calle, haciendo rebotar a todo el público pasajero. Incluido yo y mi celular, que fue a caer al piso abruptamente y de boca.
¡Qué no se le haya roto la pantalla!
Me agacho a recogerlo solo para que la micro caiga de nuevo en un bache, esta vez haciéndome deslizar por todo el pasillo. Como quien se tira en su tabla de surf en la playa solo que en vez de arena estaba en pleno Santiago sobre una micro.
Apenas me recuperé, recogí el celular y al darle vuelta note que mi pantalla, ahora, estaba trizada en dos partes. Y cuando traté de desbloquear el celular la imagen de la pantalla se quedó pegada mostrando la red de metro.
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Luego del tormentoso recorrido, que a más de alguno de los pasajeros causo gracia, pues escuche una que otra carcajada, llegué al paradero. Caminé hasta el metro. Y cuando traté de ponerme mis lentes porque el sol estaba pegando fuerte sobre mis sensibles ojos, no los encontré. En ese momento me di cuenta que el porrazo que me pegué (que ni siquiera me dolió... por la caña… es decir “cansancio físico”) había hecho que mis lentes volaran de mi cabeza hacia no sé dónde. Tercer hachazo de la caña. Cuando subía por las escaleras al andén escuché que venía el metro. Apuré la marcha y cuando llegué arriba el tren estaba con las puertas abiertas, solo que en el anden opuesto... había subido al andén con dirección a plaza puente alto y el tren (con dirección a Tobalaba) que necesitaba, estaba yéndose sin mí. Hachazo número 4.
Hice el cambio de andén y por suerte el metro pasó inmediatamente 2 minutos después. Subí como pude y esperé mi estación.
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De repente se suben unos improvisadores. Un hombre y una mujer.
El hombre se dirige a mí y empieza con su "flow"
- buenos días caballeros, señoritas
Yo vengo a cantarles
Y a impresionarles.
Mi rima no es barata
Mi rima no es na' rasca,
Son rimas originales
Aunque sanas, anormales
Y pa mi subsistir son primordiales.
Buenos día pelaito
Te vei terrible tela
Si te avispai un poquito
Nos fumamos un...
Mejor dejémoslo hasta ahí
Ya, que se puso nervioso
Tranquilícese mi amigo que se le aceleran los piojos.
(Ahora iba conmigo)
Hola amigo
Bonitos pantalones
Así de cafecitos me salen los mo...
De la polera qué te digo
Andas muy a la moda
Lo único que yo pido
Es una buena limosna.
Ya para despedirme amigo, muy lindos tus rulos
Al igual que los pelo que me salen en el ... brazo
Relajao mi amigo, no sea malpensado
Que mi rima no es obscena
Si no inteligente.
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Luego de que terminaron sus improvisaciones les di unas monedas que tenía en el pantalón. Y cuando paró el tren me di cuenta que me había pasado tres estaciones. Estaba en Bilbao.
Me bajé e hice cambio de andén y retomé el recorrido de vuelta y cuando me bajé finalmente en Plaza Egaña, empecé a buscar el lugar de combinación con la línea tres.
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Como no lo encontraba saqué mi celu y me puse a mirar si era Plaza Egaña el lugar donde se cruzaba la L4 con la L3. Efectivamente esa era.
Después de buscar por más de 8 minutos y ver que ya eran las 4 PM, decidí buscar un guardia para preguntar por dónde llegaba a la línea 3.
Cundo por fin encontré uno, le pregunté:
- disculpe ¿por dónde llego a la L3?
- lo siento ¿qué?
- sí, a la línea tres, mire aquí el mapa de la red de metro que tengo en mi celu.
El guardia comenzó a reírse lo más disimuladamente que pudo.
Yo no entendía, hasta que finalmente logró hablar para decirme:
- mira amigo, ¿ves que la línea tres está segmentada?
- sí.
- eso quiere decir que aun no esta construida.
La sangre se me fue a la cabeza y sentí cómo mis cachetes se ponían cada vez más rojos ante la barbaridad que había cometido. Quinto hachazo de la caña.
- muchas gracias -. Dije con la clásica sensación de "trágame tierra".
- pero ¿de dónde vienes?
(Decirle habría sido aumentar el martirio)
-mucha gracias.
Repetí y caminé con dirección a la salida.
Necesitaba aire semifresco.
Cuando logre por fin llegar arriba. Vi el montón de micros achoclonadas en el paradero que iban en dirección al oeste. Eso necesitaba. Bajar. Me acerqué a tomar una y, cuando subí y marqué mi tarjeta, me apareció que no tenía saldo. Como nunca me hicieron bajar de la micro. Así que me fui caminando hasta que vi un taxi. Pero ... espera ... ¡no!... les había pasado mis monedas a los improvisadores del metro. Definitivamente tendría que ir caminado al vivo sol reflejado en el cemento de Irarrazaval, desde Vespucio hasta Pedro de Valdivia.
Ahora, siendo las 4:40, atrasado y sin saliva en mi boca, mientras camino, pienso:
¡NUNCA MÁS HAGO EJERCICIO!
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